
Quiero ser directo, sin concesiones…
Contigo no se puede ir dando rodeos, pues en
cuanto llega la duda, vienes y golpeas, machacas y rematas sin compasión
alguna.
Eres el villano más poderoso y la sensación
más mísera, el que abusa sin piedad de las limitaciones que nos surgen desde
que nacemos. Tú, malévolo miedo, te
filtras en la piel y te bañas en nuestra sangre, te asocias con las
dificultades y convences a la mente de que, mejor resguardarse bajo tu manto
que olvidarte y vivir sin ti.
No hay peor veneno que el sabor de tu
presencia…
Eres el muro impenetrable y el dueño de
nuestras cadenas, esas que arrastramos día y noche por llevar como castigo, el
dogma de tus intenciones.
La eterna carga entre nuestros sueños y
fracasos, el juez de las decisiones, el sereno que guarda las llaves de nuestro
subconsciente…
Pero te nombro y te repito: Miedo,
miedo…miedo. No te tengo miedo porque llevo suficientes armas a cuestas para
darte un revolcón. Llevo la receta contra el lastre de tus síntomas y aunque
maquines con tus perversas ideas, mantengo otras que pueden tutear el ejército
que llevas desde mi corazón hasta mi alma.
Ere el gran cáncer psicológico, la sombra que
planea en la luz de los deseos, el que sacude tanto nuestro camino que al final
caminamos al revés. Sin duda, eres la enfermedad por antonomasia del ser
humano. Eres fuerte, temible, angustioso y maligno, capaz de trasladar las
heridas síquicas a la parte física y cortar de raíz cualquier propósito que se
acerque a la felicidad. De ti nacen farsantes y la mentira más cruel. La que calla,
la que confunde, porque has hecho de las actitudes siervas de tu reinado,
esclavas de tu dictadura.
Pero, ¿sabes? Te nombro y te repito: Miedo,
miedo…miedo.
No te tengo miedo y es más, acepto sin rubor
que te he sentido en las profundidades de mí ser. Acepto que vas a vivir pegado a mi eternamente, e incluso a veces me
parece hasta bien, pues me das la posibilidad de enfrentarme a ti y sacar a
relucir principios y valores que construyo en mi destino. La superación, la
valentía, el orgullo, la empatía…
Miedo, eres el jerarca de la muerte, el freno
de la ilusión, el borrador del futuro y el carroñero de la decepción. Eres la hiena sin sonrisa, el que desequilibra
la balanza de la incertidumbre, el maltratador de la maltratada y el
ventrílocuo de gente que como muñecos, se dejan ir porque la apariencia es lo
que importa.
Vale, no puedo matarte, ni echarte al
vertedero por ser puta escoria, basura y escombro, pero… ¿Sabes? yo te nombro y te repito
Miedo, miedo, miedo…no te tengo miedo.
Aunque dormites conmigo, seguiré pintando
sueños…
Aunque amanezcas en mi espejo, seguiré siendo
la transparencia…
Aunque me rodees en muchos momentos, seguiré
abrazando con mis brazos…
Aunque seas inmortal, tengo vida, ganas y
fuerza para vivir una y mil vidas…
Miedo, miedo…miedo, no te tengo miedo.