lunes, 21 de enero de 2013

UNA MAQUINA DEL TIEMPO



Poco a poco se va colando en mi mente y mi emoción se va llenando.
Mis pensamientos me transportan al pasado, pero los latidos golpean tan fuerte que hace que sea del presente. Los ojos se van empañando y cuando los cierro, un par de lágrimas caen por cada lado de mi cara.
La música es una máquina del tiempo, un interruptor para accionar tus sentimientos, un generador de ánimo, el mejor aliado para gritar, saltar, llorar y reír.
Subo el volumen y sigo escuchando con el alma en reposo.
Abro las compuertas de todas mis sensaciones dispuesto a revivir, resucitar, vivir y ser inmortal por cada nota musical que oigo.

Por aquello que quise y que quiero.
Por aquello que puedo y que deseo.
Por aquello que escucho y lo guardo.
Por aquello que llega y se queda.

Cuando abro los ojos no veo más que lo que recuerdo.
Si la vista va hacia atrás percibo hasta los olores, colores y sonrisas.
Si fijo la mirada a día de hoy, mil deseos por hilar con mis andares.
Cuando presto atención a su voz, compruebo que a veces hay canciones vividas.
La música embarga la tristeza al filo del suspiro y envuelve personas para siempre.
Te impregnas de su ritmo y es extraño que no encuentres momento para graparlo en algún estribillo de tu historia. Momentos que se acercan gracias a su compás y que bautizas para guardarlo eternamente en tu memoria.
La música eleva tu esencia a cotas donde ni siquiera entiendes. Te regala de repente, una motivación desconocida cuando el silencio reina en tu ambiente. Te enreda, te agiganta y te viste de súper héroe, te acuna en su melodía y te invita a exaltar lo que escondes cuando la monotonía aplasta tu tiempo. Con la música pierdes vergüenzas y creas promesas, desbaratas complejos y reconfortas tu seguridad donde antes estaba la soledad y ahora existen mil posibilidades.
Poco a poco la música avanza debajo de mi piel afilando mis sentidos.
Mis sentimientos afloran como las flores en primavera, pero es el rocío el que moja mi cuerpo cada vez que un instrumento perfora la nostalgia o la alegría.
Algunas veces pierdo el habla, demasiados similitudes en unos cuatro minutos.
Otras, canto como si supiera y me creo el rey del mundo, mientras la percusión no para de tocar en el pozo de mis entrañas.
También, en ocasiones disminuyo el sonido hasta convertirlo en susurro. 
A oscuras, la relajación aborda la inquietud de todo el día y la música completa un ejercicio que me encumbra a la paz y a la tranquilidad.
Mucha música diferente; géneros, subgéneros, étnicos, espirituales…
Pero todas aportan algo que hace que tu vida sea mejor y con más calidad humana.
La música es necesaria, diría yo obligatoria.
Tan antigua, pero tan bella, es un elemento más que debe vivir en nuestro corazón.

Desde el chasquido de un beso…
Desde el gemir enamorado…
Desde una voz entrecortada…
Desde el respirar más suave…

En tormentas que truenan…
En la brisa perfumada…
En lluvias torrenciales…
En el baile de los árboles…

La música es parte de todo.
Del mundo y de nosotros.

domingo, 13 de enero de 2013

EL CAPITÁN DEL BARCO DE TU VIDA




 



Cuando la noche se hace larga y amarga.
Cuando el tiempo pasa y nunca pasa nada.
Cuando te ciegas de rencor y no hay lazarillo que te guíe por otras calles.
Cuando el vaso está vacío y no hay nada por lo que bailar.
Cuando miras hacia un lado y miras hacia el otro y a la izquierda el silencio, a la derecha la soledad y arriba nubes negras que presagian mil tormentas.
Cuando andas con cuidado y te hundes en el barro una y otra vez.
Cuando el mar te espera con tu barco y no sabes si habrá calma o tempestad.
Surgen dos opciones, dos caminos para elegir, dos maneras de adoptar cómo vivir esta vida, que sacude y te golpea, te acaricia y te besa y te quiere y te odia…
La primera, quedarte atracado en el puerto, atando las amarras de tus desdichas, izando tu bandera blanca y esperando a que la espera, desespere a la marea y se suba hasta tu cuello y te engulla, con las olas de tu miedo y la espuma de la cobardía.
La segunda, desanclar tu barco del muelle, arriar las velas de la ilusión y navegar contra el viento y su vaivén, a la conquista de tus sueños por los océanos del destino. Con coraje, energía, voluntad, valentía…
Cómo  te cuento, que cuando la noche se hace larga y amarga, tú puedes invertir el sentido de sus horas, puedes lograr que la agonía se diluya como un dulce azucarillo, puedes obtener los encantos de una estrella y los reflejos de la luna. Cómo te explico que a pesar de la oscuridad, hay madrugadas que enamorar, sombras que iluminar y planetas que conquistar…
No queda otra más que una, si no quieres respirar sin saber que aire recoger.
No queda más que ahora, si no entiendes que eres tú y no aquel que llenas de envidia.
No queda nadie si te vas, pues al marchar es la soledad la que sólo te acompañará.
No queda lugar si caes en la perdición, que allí solo estarás para morir estando en vida.
Agarra el timón de tu vida y deja de buscar a otros que remen bajo la sombra de tu lamento.
Decide tu rumbo e inventa tu mundo, hazte con los galones de tu personalidad y construye la brújula que te lleve donde tú quieras ir.
Surca senderos, llanuras infinitas, caminos empedrados, jardines de hierba fina y cercos con hoyos y espinas, que al fin y al cabo, esto no para y machaca tu pensamiento cada anochecer, tiene sonrisas y llantos, alegrías y penas y sueños y pesadillas.
Pero no olvides en el olvido, que lo más importante es que tú seas el dueño de tu aventura, el que escribe con prosa o sin ella, el pintor que elige sus colores o el soldado que sale de su trinchera. No, no olvides, que sin ti para qué vas a vivir…
Cuando la noche se hace larga y amarga.
Cuando el mar te espera con tu barco y no sabes si habrá calma o tempestad.
Dos opciones, dos caminos y el privilegio de elegir.
Izar la bandera blanca o ser el capitán del barco de tu vida.