lunes, 2 de marzo de 2009

ESPERANZA

El frío de la mañana despertó a un hombre que no tenía presente y no quería futuro.
Un hombre que pasaba los días en aquella esquina alquilada por la pobreza, enterrado en unos cartones y contando las innumerables estrellas de la noche. En su esquina contemplaba el paso de la vida: Gente con su mismo alquiler, miradas de reojo y susurros de desprecio, coches con gomina y corbata, perros con caviar y champán, vientos de ignorancia y espaldas de rechazo.
Aquel hombre que ya no entendía de motivos y desconocía el verbo soñar, se levanto de su casa de cartón y pensó que era otro día de tantos, de esos que no tienen numeración,razón o simplemente pasión. Miró de un lado a otro y recogiendo los escasos bártulos que tenía, comenzó a vagar por las calles hacia el viaje a ninguna parte.

Ecos de fútbol, dictadura o democracia, cotilleos y discursos de la caja tonta, festivales de la crítica comunitaria y un sinfín de cosas más que llegaban a sus oídos, mientras paseaba con los brazos cruzados y el corazón descosido. Observaba a personas que hablaban sin parar sin saber lo que hablaban, hojas que morían en el suelo, palomas que dudaban de la paz, coches que desafiaban a la velocidad y, a las puertas de la carretera, un preciosa niña que jugaba a la pelota.
Él la miró con ternura y la niña botaba y botaba la pelota, a la espera de que su madre dejara de nadar en los infinitos escaparates. La niña se percató de que alguien la miraba cuando la pelota resbaló de su mano y cayó a la carretera.
La niña corrió en busca de la pelota y un coche detrás de la niña.
En ese instante la madre gritó a pleno pulmón y, aquel hombre que no entendía de motivos, salió de la nada y saltó escondiendo a la pequeña en sus regazos evitando una muerte anunciada.

La madre entre sollozos y temblores abrazó a su hija que respondía con los mismos síntomas.
El hombre las miró fijamente y por un momento quedó ensimismado, parecía recordar algo...tal vez sentimientos olvidados...momento imborrables...
De repente, volvió al presente cuando la madre rompió el silencio con interminables agradecimientos:

- Gracias, muchas gracias, que Dios le bendiga....cómo se lo puedo agradecer, gracias buen hombre. ¡Ha salvado la vida de mi hija!
El hombre decidió hablar y dijo:
-¿Cómo se llama su hija?
-Se llama Esperanza- dijo la madre aún emocionada- y usted le ha salvado la vida.

El hombre sonrió como si fuese la primera vez y contestó con firmeza:
-Y su hija ha salvado la mía.

Entonces, se despidió, nació una sonrisa en su cara y comenzó a caminar perdiéndose por las calles más oscuras de la ciudad.


4 comentarios:

  1. Una historia preciosa, David. Un final que no se espera, y con un buen mensaje.
    Un saludo.

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  2. David, que historia mas bella.
    Me ha encantado, sobre todo el final no lo esperaba así.
    Un besito.

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  3. Hola Verónica , gracias por colarte en mi rinconcito y dar tu opinión. Cuando pueda visitaré tu blog. Saludos.

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  4. Yaiza, muchas gracias de nuevo por expresar tu sentir.La esperanza nunca se debe perder.
    Un beso.

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