domingo, 21 de abril de 2013

LA ESQUINICA, CAPITULO 7

 

Amigos: David Lucas continua está historia donde Merche Ruiz y el comisario Moravia. La historia cambia de… En esta serie que siete escritores Indies Juanjo Díaz TubertMercedes GallegoDavid Lucas, Frank Spoiler, Josep Capsir, Isabel Mata Musik y Juan Alberto Re Crivello han resuelto brindar a sus lectores cada 4 días Os invitamos…


A cargo de David Lucas. ( O sea, yo)
 
 
 
Bueno, ya hemos llegado. Para ser tan conocida, no hay mucha gente—Dijo Carlos Moravia—El mar está tranquilo y hace un día esplendido—. Otearon el horizonte y durante unos segundos, se dejaron ir por la belleza de la playa.
—Mira Carlos—dijo Candela— ¿Lo ves? Allí está el espigón. Debe ser ese, es el único que se ve por estos lugares. ¡Pepe, por favor! Deja de babear y piensa por una vez con la cabeza. ¡Ya tendrás tiempo de ligar!
—Sólo estaba analizando el terreno—Contesto Pepe—Y madre mía, que terreno más hermoso, ja, ja, ja—.
—Venga, vamos—Replico Moravia—No perdamos tiempo y descubramos de una vez que tiene esa maldita caja.
Adecuados al clima y a la estación veraniega, Carlos y Pepe iban con un bañador de colores y Candela, con un sexy bikini que hizo los estragos de los costarricenses que estaban por allí. Pepe la miro por detrás y sopló, nunca se había fijado en ella como en estos últimos días. Primero, cuando entró en la comisaria vestida como una verdadera actriz porno y ahora, ese conjunto que dejaba sin respiración, confirmaba lo que nunca había pensado: Candela, está buenísima.
—Debemos darnos prisa—dijo el inspector Moravia—Hemos dado esquinazo a Mauro, pero pronto empezará a echarnos de menos, la película—señalando con el dedo— se rueda detrás de aquella montaña y pronto serán los ensayos.
— ¿Ensayos?—Dijo Pepe— ¿Es que también se ensaya en ese tipo de películas?—Pues, esos chicos, deben ser superhéroes para aguantar tanto ajetreo, movimiento y empuje.
—Pepe, no pienses que vas a actuar—Le dijo Carlos—Ni se te ocurra pensarlo. No creas que porque estamos en la otra punta del mundo, nadie se iba a enterar de lo que haces por aquí. ¿Lo pillas? ¿Mi astuto y comprensible compañero? —Moravia, sacó una de sus sonrisas pícaras y tiró de ironía.
—Ya, ya…lo sé. Bastante bochorno hemos tenido con el gag que tuviste con el payaso y su pistola de agua, ja, ja, ja— Contestó Pepe, riéndose a mandíbula batiente.
—Qué cabrón, no me hace puta gracia—Replicó Carlos con cara de pocos amigos.
El espigón tenía unos quinientos metros y el tramo final se inclinaba hacia la izquierda, en forma de gancho. Los tres caminaban con sumo cuidado, las rocas estaban desde principio a fin, mojadas y podían resbalar en cualquier momento.
Hacía calor, mucho calor. Candela se acuclilló y se refrescó con el agua salada del mar, que chapoteaba contra las piedras.  Pasó sus manos por el cuello, nuca, pecho y cabello. Al incorporarse, estuvo a punto de caer, pero Pepe la sujeto.
—Te tengo—Le dijo el señor Contreras a la señora Galego—.
—Gracias Pepe, pero si haces el favor de soltarme de la cintura podremos seguir caminando. —Estaban cara a cara, Pepe repasó sus labios y al ser cazado por ella, apartó la mirada de un santiamén. Dio la vuelta intentando desacelerar sus latidos para seguir examinando los peñascos. Candela, a sus espaldas sonrió. Por primera vez le pareció dulce, sensual…y hasta guapo.
— ¡Aquí!—Gritó Carlos— ¡Esta roca tiene forma de corazón, venid, rápido!
Candela y Pepe llegaron al instante y Carlos ya estaba metiendo la mano por debajo de la roca—Joder, no encuentro nada, a ver…—Estiró el brazo todo lo que pudo y tocó algo—Sí, creo que aquí está—dijo alborotado—Se tumbó agachó su cuerpo todo lo posible hasta que sus ojos divisaron la caja— ¡Pepe, Candela! Ayudarme a subir que al final me voy a caer al agua. Cuando se incorporó llevaba en su mano una pequeña caja…una caja de puros.
Pepe y Candela, estaban expectantes y Carlos jadeo: ¡Mi tesoro, mi tesoro! Y los tres rompieron a reír sin control.
Se  acomodaron en la roca del amor, que era como la habían bautizado. Carlos, retiró unos pedazos de algo que parecía musgo y abrió la caja.
En ella había una carta en forma de pergamino, enrollada y atada con un lazo rojo. Tiró del lazo y leyó el título: “La esquinica”, luego entre paréntesis el nombre de alguien conocido: Frank Mata, mi amor.
— ¿La vas a leer?—dijo Candela—. O te vas a quedar contemplando el estilo gráfico o la calidad del papel.
—Espera, mira—contestó Carlos—También hay una llave. ¿Será de dónde se hospeda o vive Merche?
—Podría ser—dijo Pepe— pero venga, no te entretengas y lee la dichosa carta antes de que el equipo lujurioso de Mauro venga a por nosotros.
Carlos empezó a leer, a las puertas del mar, ante un sol de justicia y con unas ropas más cercanas a un carnaval que a un día de playa.
« Querido Popeye, supongo que a estas alturas no te vendrá de sorpresa estos juegos que tanto me gustan y tan emoción le dan a nuestra historia de amor.
Ahora, que estás leyendo esta carta, sé que has llegado a mi país, Costa Rica.
Sabes que tuve que marchar inesperadamente si quería seguir con vida. Siento mucho cómo me fui, pero no podía arriesgar mi vida ni la tuya por ese hijo de puta que va tras de mí. Bien, al final de la carta te he dejado una dirección. Tendrás que ir el viernes, solo  y exclusivamente el viernes. Si llegas otro día, espera en cualquier hostal  hasta que llegue ese día. Deberás ir vestido de payaso (No creo que suponga un problema para ti, ja, ja, ja) y decirle a la recepcionista las iniciales de mi nombre y apellido: M.R
Ella lo entenderá y te dará el número de habitación donde me hospedo. Con la llave, esa que te has encontrado junto a la carta, podrás acceder a mi habitación. No se la pidas a la recepcionista, he cambiado la cerradura sin permiso.
Espera allí hasta que llegue, no llames a nadie, ni salgas a la calle.
No hagas nada hasta que me veas. Aquí, en Costa Rica, nadie se fía de nadie y la muerte convive a diario por estas tierras.
Te echo mucho de menos y estoy loco por comerte a besos, por hundirme en tus brazos y perderme en tu sonrisa. Sé que lo vas a lograr y aquí, ya pensaremos algo para poder ser feliz de una vez por todas. Nada más, mi querido Popeye, ten mucho cuidado, mucho. Ya sabes que cualquier indicio que encuentre ese cabrón puede ir a por ti.
Y perdóname por meterte en mi líos…sólo quería conseguir algo de dinero para salir de ese puto mundo de corrupción y violencia.
Lo siento…amor…Gerardo se equivocó y yo también, pero al menos yo he podido salir con vida. Perdóname, perdóname, perdóname. Te quiero.
Aquí te dejo la dirección: Calle de la Palma, Numero 69. En el barrio de Las Bravas.
PD. Lo del disfraz de payaso, esta vez no es ningún juego. Todos los viernes hacen una fiesta de disfraces en el pueblo. Nadie sospechará, nadie te reconocerá.
Te quiero, eternamente.
Merche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario